Para los árboles
(2003)
Luis Alberto Spinetta
Breve Reseña
Para los Árboles es
un disco de Luis Alberto Spinetta solista, grabado en el año 2003. El álbum se
demoró en su lanzamiento debido a la rotura de un disco rígido donde se
hallaban los masters de grabación. Para los árboles marca, además, la despedida
de la banda del gran Javier Malosetti en bajo. Con teclados y pasajes
instrumentales que le dan al álbum, un toque electrónico, lo que Spinetta
quiere en este disco es homenajear a las bellezas de la naturaleza más allá de
la mirada humana.
Músicos
Luis Alberto
Spinetta: Guitarra, Programación y voz
Claudio Cardone:
Teclados.
Daniel Wirzt:
Batería.
Graciela Cosceri:
Coros.
Javier Malosetti:
Bajo.
Nico Cota:
Percusión.
Rafael Arcaute:
Teclados.
Lista de temas
Gacetilla escrita por Alejandro Rozitchner que
acompañaba al disco. Resume el espíritu del álbum y analiza cada una de sus
canciones.
¿No es un disco
para nosotros, personas? ¿Escuchan los árboles? Es un disco para lo árbol en
nosotros, para aquello que en nosotros tiene la misma percepción y el mismo
ritmo que la madera, para lo que madura lento y sigue, y recibe los cambios
climáticos con transformaciones pausadas, generando una historia íntima no
visible. Música para algo que crece lento y no se detiene, para ese estirarse
como rama desde un tronco, estirarse y buscar recibir la mayor cantidad de sol
posible, para nuestro ser centrado e inmóvil, para lo permanente, para esa vida
quieta que crece firme y sin aspavientos. Sonidos y canciones para una
percepción dedicada, emociones metidas en el tiempo de una manera permanente,
hechos internos que lo que pasa rápidamente alrededor no logra captar. Sonidos
y canciones para quedarnos sin hojas, para esperar, para volver a brotar y
empujar una fuerza de bestia vegetal hacia fuera y volverla verde, crecimiento
seguro y extásica.
Sin abandono
No hay abandono
porque el abandono ya ocurrió, ha sido transpuesto el temor de que ocurra y
ahora se lo vive como un estado. Tal vez sea una estrategia para eludirlo:
darlo por descontado. Alguien canta una melodía, igual. ¿Es un desconsuelo o
una especie de nueva inocencia? El muñeco de marfil sueña que sueña y se va.
¿Los abandonados, nosotros, somos muñecos sacados del colmillo de un gran
animal, seres preciados, para adornar la vida de alguien que no nos va a dar
mayor importancia? Alguien canta una melodía, habla de un cuerpo sin destino.
El destino era lo que había cuando el otro estaba, ahora ya ni abandono hay.
Después se postula tranquilamente una teoría de las almas: son grupos de aves,
un revoloteo en movimiento. Esos pájaros tuyos vinieron a mí, ¿entonces es un
amor realizado? Un amor sin abandono posible no es un amor, es un sueño, un
transueño del muñeco de marfil, que sueña que sueña. Tal vez antes de soñar que
soñaba el muñeco era persona, y se amuñecó al perderse en esa composición de
sueños de amor atragantado.
Cisne
Así como a los
chicos se les presentan personajes tiernos a los árboles hay que hablarles de
seres que participan de su ser orondo y estético: no sólo muñecos de marfil,
también hay cisnes en este espacio soñado con sonidos suaves. No hay nada que
decir, el viento se abrió y el aire quedó vacío una vez más, ¿ya había pasado
antes? Son cosas de cisnes. Las piedras parecen dormir, nuestras visiones nos
atraviesan. ¿Es un disco o es un tratado sensible de nuestras metamorfosis
animales, vegetales, de esas realidades que están pero no pueden ser
aprehendidas, que necesitan de voces para lograr la silueta de esas presencias
raras? No hay nada que decir, pero son dos voces pegadas las que no lo dicen,
las que lo cantan y producen tanta luz, como alas mojadas de cisne paciente.
Son sonidos de cisne, incluso esa sierra delicadísima que nace del teclado. La
otra voz quedó sola, en una melodía sin cuerpo, como cantada o pensada por un
cisne. ¿Sabrá el cisne que es un cisne, sabrá que es esbelto, suave y perfecto?
Halo lunar
El camino agrega un
vaivén de bajo y batería precisa, un sapo gorjea y la guitarra cristaliza el
vaivén y lo hace también en acordes. Tienes algo que no quieres tener y quieres
algo que no puedes tener. Insatisfacción de bailarina afiebrada que no puede
parar y comienzan a derretirse las paredes, el extraño ser sapeáceo nos comenta
y advierte, en charla con unas teclas que parecen divertirse con la extraña
situación. El momento halo lunar (hay un fantasma también, que canta a cierta
distancia, con cautela) transforma todo en un precipicio. Es por ese precipicio
que cae lo que se derrite, pero no es un movimiento amenazante, es más bien una
transmutación, si, si, si, sí, una incorregible forma de acabar, costumbres de
poesía y ensayos de formas de ver. Están instalados en un extraño lugar,
cómodos aunque todo sea sobrenatural, y nos convidan a acompañar. Hay humor,
son músicos transformados en sapos encantados, príncipes que quedaron
hechizados por la influencia de un halo lunar y se lo toman bien. Están
ensimismados en su búsqueda.
Miro tu amor
Desde esa situación
particular nace un rock and roll. Lunar. Está poseído por la misma extraña
calma. La lluvia lava las desgracias, y entonces la guitarra puede conversar.
Cuenta de un amor, de un perro que da miedo y que hace apurar el paso,
¿inútilmente? Ese mediodía es violento, dice, pero gris. Hay una radio, una
lenta cumbia, que cuece almas estancadas en colores sin brillo. El paso es
pausado, en la luna hasta los aspectos más rockeros tienen que ajustarse a una
atmósfera densa.
A su amor, allí
El disco es una oca,
veníamos avanzando pero ahora damos cuatro pasos hacia atrás, vamos a repasar
el trayecto. Sin sonido avanzamos en una arena que huele a madre. La gente se
cansó de golpear y golpear, el tiempo no se daba cuenta de nada, era inútil. La
pared no se puede saltar, el amor es inaccesible. ¿Por qué buscás un refugio
tan temprano, vos? Esperá, escuchá esta canción. Mirá como te canto, ¿oís el
eco de la voz desdoblada? Tal vez no hace falta ir a ningún lado. Hay hechos
confusos, un oficial dispara, alguien cae, pero ese que cae no soy yo. No es
tan fácil terminar conmigo. Ese hecho quedó encajado en algún lugar mental.
Refugio no hay, pero en cambio tal vez te sirva esta canción. Escuchá, ¿ves que
nítida suena, ves como la situación puede representarse con sonido, e incluso
la agonía del amor distante puede hacerse voces bifurcadas, extraños seres que
te cantan y acompañan?
Agua de la miseria
Es como un
clavecín, un Bach que baila tranquilo 300 años después, contenido por una banda
eléctrica que sabe lo que quiere. Se habla de alguien sin nadie: ¿un vacío, un
iluminado que cree que ser un individuo es una ficción mental; un dormido o un
despierto? Te oye llorar de noche, no estás contento. Si no se cambia ahora ya
no se cambia más: no es un imperativo, es un consejo, o una mera y sencilla
verdad. El tiempo del cambio es el presente, el cambio futuro es una intención
sin realidad. No me digas que se siente, no me enumeres el detalle de la
sensación, lo que importa es que el cambio se produzca. Por eso la canción hace
una pausa y las voces cantan la nueva perspectiva: hasta la sombra puede
quebrar el muro, no es algo que requiera de un poder destructivo. La cercanía
es la que diluye el desastre de los sueños (esos que ven el cambio como un
programa, lejos, y que son el agua de la miseria: dan qué beber, pero alimentan
una sed imposible). Juega que el tiempo huye: la vida es estética, no moral.
Imagen de levedad y de presente movedizo. Ah, vender el amor es malgastarlo,
darlo a cambio de algo que parece valioso y no lo es tanto.
Dos murciélagos
No soy un hombre,
mi bruma es un cuerpo gaseoso y leve con el que mido la dimensión y la realidad
de la inmensidad. ¿Cuál es el sueño fugaz? La vida. ¿Por qué es feliz su
verdad? Porque es inmensidad, esa que para poder ser percibida pide que seamos
bruma, expansión de aire suave y apenas denso. O porque es ramas y aguas,
formas orgánicas que ligan con antepasados que han sido también especies de
brumas felices. La vida como un carrillón quiere decir la vida como campanas
varias que se mueven dando música, golpes que son sonidos, que se oyen de
lejos. Sólo en la música el cuerpo rosa que somos se entrega en su destino. El
destino es entregarse, ser ese sonido, esa vibración que se produce como un
cuerpo extraño. El espejo es en vano, porque el movimiento del que se trata no
es visible. El espejo dice a lo sumo que el cuerpo es rosa, pero del destino,
¿qué sabe? No es imagen el vuelo y no puede uno tampoco protegerse. ¿Protegerse
de una felicidad? Y sí, la cosa no es fácil, es felicidad la verdad de este
sueño, pero ¿quién puede tanta felicidad? Esa verdad pide volar más alto, y no
hay amparo. Los músicos entregan el mensaje con sobriedad total y al final un
susurro hace un resumen esencial de este tema consciente: la vida es como un
carrillón que se enciende una nueva vez. La “nueva vez” es uno, cada uno, el
recomenzar constante de la cosa.
Vidamí
¿Otra vez decirte
“mi vida”? Prefiero la síntesis, de tan concreta sos vidamí. No quiero cansarte
diciéndotelo una vez más. Por otra parte, llegué a no tenerte de una manera en
la que esa ausencia tiene ya un sentido, y hasta parece casi una posesión. No
te tengo, pero soy feliz, sos mi vida de lejos. ¿Se ve esta realidad? El búho
la ve, ¿no ves vos en las cosas oscuras? La esperanza no tiene trampa, esperaba
que reaparecieras y no me daba cuenta de que estabas conmigo, de que estuviste
siempre. Qué tonto, yo: pensé que te habías ido. Es un vuelo limpio el que
conecta estos mundos difíciles de percibir. No es oscuridad, es la luz que hace
viajes en túneles que a veces no se perciben.
Cienaga dorada
¿Existe Beguerí?
Este tema sucede en una novela japonesa hecha en un suburbio de acá, un lunes.
No hay ficción, pero sí lugares comunes: los chicos gritan. El no saluda, mira
el sol nada más. Un vecino ya no está. Todos los lunes busca a alguien, pero
nadie sabe a quién. ¿O busca una familia en el aire, su familia es el mundo que
aparece cuando puede ver las cosas, sin estar saludando todo el tiempo? Hay una
ella, que le gusta. Y ella sabe que le gusta, a él. Parece que hay un
accidente: ella dobla en el color de la calle. ¿Y su deseo? Es una ciénaga, un
pantano. Dorado, eso sí. Por no tenerla pantano, ahogo. Dorado porque aun en su
ausencia ella reina. El debe ser el Rosales, que no laburó en su vida.
Néctar
Soñé que se
encendía una bombilla pero era mi cabeza. La flor se fue, es posible que lo que
no tenga sea renacer, tras esa partida. Se despierta y no entiende: ¿por qué
ella se lleva el néctar? Quedo desecho, no tengo organización, no me puedo
levantar, soy sólo un esqueleto. Los instrumentos lo explican: parece que
entienden más el asunto y nos dicen que tampoco es tan trágica la pérdida del
néctar, es como un juego, uno, dos y tres. Ella se lo lleva, pero tal vez lo
usa para algo. El quería seguir libando para siempre, eso es lo que pasa. Un
mediodía se despierta y la cosa es distinta: ella ladra. Pero él no puede
volver atrás. Si, es una historia rara. ¿Dónde cabe un sueño en el que al fin
él pueda vivir en paz? Tiene que atravesar la tempestad, en ese sueño, pero
siempre es al final la vida, la que lo refusila. Vive una historia que no
entiende. Hay una ventana, hay un contraluz, son percepciones que parecen de
bebé, tal vez es la canción de amor más vieja del mundo.
El lenguaje del cielo
Las dimensiones
naturales son las del ser, y se enuncian como cielo, viento, mar y sal. También
las horas son parte, ¿y el niño precioso? Cuando aparece tiene una energía tan
pura que se comunica directamente con todas esas cosas. Los días son entonces eternos,
no cabe espera en ellos. Eso pasa cuando el cielo se abre en dos. Son cosas de
la soledad, de una soledad que transforma el querer en otra experiencia básica,
inalterable. La ambición y el mundo están en otra parte, como desoyendo ese
lenguaje del cielo. La fragmentación que le sobreviene a la música, ¿es cosa
del cielo o del mundo? De tu boca saldrá la oveja del agua, una entidad calma
que pueda pastar donde nosotros ni andar podemos. ¿Un recién nacido?
Cuerpo Mediodía
Estoy tirado,
recostado o anulado. Imaginé que ya no sentía, no estabas. Las flores son entes
de una inocencia pre amorosa: ellas sí estaban, como un paisaje de nada. Es
inaceptable que el punto más alto de tu cuerpo, su mediodía (que era también el
mío), allí donde el mundo se abre y da paso a otra cosa, me haga perecer.
Bueno, no estás, pero igual tu sonrisa es imaginada y ella cierra el
padecimiento de esta lentitud dolorosa y de belleza distorsionada.
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